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¡Puto! El que no grite, el que no salte ¡Puto! El que no brique y eche desmadre

4.22.2014

Verde

He estado publicando en este blog recientemente, pero es que sufro de una extraña melancolía desde hace mucho tiempo. Intento desahogarme en este blog, pero es en vano.
Nadie lo sabe, y si lo estás leyendo y me conoces, no deberías mencionarlo. Ya sé, es tonto, es estúpido, y si quieres decir que es ridículo, adelante, pero no me lo digas, no me lo menciones, ya lo sé, no necesito tus instrucciones. 

No es que yo haya cambiado mucho, pero cuando tenía 14 las cosas eran más sencillas (y se pondrán peor, cup). ¿No les parece que vivimos de la manera más estúpida posible?
No tienen caso ni quejarme. A veces pienso que el mundo está como está porque así debe de estar, y nunca ha sido diferente (¿ha habido alguna vez alguna época donde no haya habido todo lo que hay ahora?), y no va a cambiar. A veces pienso que todo es producto de nuestra misma biología. La gente no debería estar obligada a sufrir todos los días, pero es que la gente sufre sola, pero es que a todos les gusta hacer sufrir a otros. No, no sé, no sé que digo, pasan demasiados pensamientos en mi cabeza, no alcanzo a escribirlos, algunos me parecen tontos. Se burlarán de mí aquí. Callo mi propia mente. Soy estúpida, soy tan común, y tan estúpida. 

¿Ya leyeron "Las batallas en el desierto"? De José Emilio Pacheco. Ese libro me sabe tan bien, y tan mal... Es el libro que te dan cuando sales de la secundaria en México, el libro que algunos tiraron, el libro que casi nadie lee (Yo tampoco, hasta ahora, que voy a salir de preparatoria). Es una pena, porque es muy corto, tan sencillo.
No diré que es perfecto, ni excelente, ni espléndido, ni grandioso, ni bueno. Esas palabras se me hacen estúpidas y superficiales para ese libro. No sé qué decir, sólo que lo conservaré siempre. 

Llené de regalos a C hace unos días. Yo no me porto muy bien con C, pero C es un pequeño ángel sonriente que siento que merece todo de mí (y que, por desgracia, no se lo puedo dar).
Todos los días envidio a C, porque C parece vivir tan bien, tan en paz, tan tranquilo.
Yo he sido un monstruo con C, algunas veces, y C, nunca se ha atrevido si quiera a insultarme, o a tratarme mal. 

Es patético. No sufro de nada, nada. Un estómago sensible (por mi culpa, pero al que ya ignoro), un eterno cansancio y sueño, y unos cuantos complejos físicos y mentales. Ya. Hay tanta gente, tantos millones de gente, más que la gente que conozco o que llegaré a conocer, más de la cantidad de gente que puedo imaginarme, que sufre mucho, mucho. Y yo aquí, sin hacer nada, sin aprovechar, sin poder ver algo que me haga totalmente feliz.

Envidio a C, que se levanta todos los días con esa sonrisa tierna. Que todos los días, pese a estar cansado (más cansado que yo), llega, y me besa la frente. 
Quisiera ser como C, levantarme alegre cada día. 

¿Será que la felicidad de C hace sentir que la mía es menos y baja más?

Sólo quisiera un camino que me haga sentir llena y feliz. Una menta, una creencia, algo.

¿A caso los adultos hayan su meta hasta que tienen hijos? A veces pienso que muchos sí.
Pero no quiero, no quiero, no creo que deba yo, alguna vez, tener hijos. Claro, los querría, al parecer todos quieren a sus hijos, pero... No quiero trabajar en algún trabajo insoportable, sólo porque en los demás no me alcanza para pagarles ropa, comida, doctores...
No quiero ser la típica señora desalineada, con el cabello cortado como hombre porque no tiene tiempo de atender su cabello, con ropa desgastada porque se gastó todo en sus hijos, y lleva usando la misma desde hace mucho tiempo, con las ojeras porque tiene dos trabajos y además atiende la casa, porque su sueldo mísero, que da a cosas estúpidas, como que sus hijos salgan a divertirse, no le alcanza para pagar una muchacha. No sé, pero no quiero. La vida de muchos adultos se me hace patética, lastimosa, trabajando siempre para sus hijos. Y además, esperando que hagas lo que digas, y después, después de que les diste todo, sólo se van y hacen lo que quieren (así debe de ser). Pero yo no quiero eso, yo no quiero tener hijos. Pero... ¿Qué chingados, carajos, putas, estoy diciendo? 

Cuando dije que todo me parece patético ultimamente, es verdad. Todo excepto la felicidad. Sólo quiero un poco de eso, para seguir.

Alguien me dijo hace mucho tiempo que debía ser feliz, pero no sé cómo. Se supone que debo hacer lo que más me gusta en la vida, lo que más me llena y más me hace feliz, pero de verdad, de verdad, de verdad, no lo encuentro.  Quizá debería morir ahora (no, no estoy pensando en suicidarme, gente, siempre lo toman así, pero, no sé, no sé, no encuentro, no tengo oportunidad)


Querido blog, dime por favor, que esto es sólo es producto de la edad en la que estoy. 


Dime que sólo es una estúpida, estúpida, etapa. No me digas que todos pasan por eso, ese no es mi consuelo, dime que en unos años pensaré algo más, y que cuando cumpla mil, no pensaré que desperdicié todas mis oportunidades. 

1 comentario:

  1. Claro que lo que te pasa es la edad, a todos nos ha pasdo lo mismo. Buscamos una razón de ser que olvidamos ser algo, sólo estamos ahí, de paso pero a mí me gusta pensar que lo que a mí me parece patético seguro a otra persona le cause felicidad, y al final de eso se trata.
    Sólo espero que al final, esa extraña melancolía no se convierta en una confortante sensación de comodidad y dejes de buscar lo que te haga feliz.

    Seguiré leyendo, se pone interesante.
    Tu amigo de YR

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